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MERLÍN es E. Martínez
(Vidente e investigador.) Dcdo. y profesor universitario. Escritor y columnista.
Ojalá encuentres en el blog la información y/o ayuda que buscas.
Y agradecimientos a Blogger por el espacio ofrecido.

06 febrero 2012

Técnica para inducir sueños lúcidos

Los chamanes emplean los sueños y las visiones para obtener conocimiento. La meditación y el mundo onírico son puertas para tener acceso a un saber que permanece oculto para la mayoría de las personas. A lo largo de una estricta disciplina y un largo aprendizaje, estos maestros experimentan con distintas fórmulas para explorar otros mundos y consideran que los sueños lúcidos (en que quien duerme es consciente de que está soñando) son una herramienta invalorable.
Lo primero que hace el iniciado es entrar paulatinamente en un estado de ensoñación. Mientras está soñando, debe mirarse fijamente las manos, ya que eso le permitirá dotar de lucidez a su experiencia onírica. En la ciencia, el hecho de mirarse las manos se considera un "aviso de sueño", o sea cualquier cosa, acción o sentimiento que provoca la lucidez dentro del sueño.
Para elaborar los sueños, es preciso examinar atentamente un objeto, ya que en las configuraciones oníricas, las cosas se difuminan y desvanecen constantemente dando lugar a otras apariciones que, a su vez, hacen lo mismo. Por ello hay que ejercitarse en retener las visiones hasta que estas sean totalmente claras. Cuando eso se logra, el sueño se vuelve realidad y entonces allí es posible actuar con deliberación, intervenir activamente en el sueño, eligiendo, rechazando y controlando los acontecimientos.
Es fundamental dividir el contenido del sueño en partes, para evitar que cambien arbitrariamente.

05 febrero 2012

Supersticiones sin salir de la cama

La orientación de la cama es muy importante para disfrutar de una larga vida y salud. La cabecera debe estar orientada hacia el Norte o hacia el Este. El refrán abunda en esta segunda preferencia: “Duerme con la cabeza al naciente y los pies al poniente y vivirás eternamente”. Dormir con los pies en dirección a la puerta es de mal agüero. En los velatorios que se hacen en los domicilios suele colocarse a los muertos en esa dirección con el fin de facilitar la salida del ataúd fuera de la casa.
La cama es símbolo de la regeneración en el sueño y en el amor, y está asociada a los actos fundamentales de la existencia: el nacimiento, la vida conyugal y la concepción, y la muerte. La cama no debe estar atravesada con respecto a las tablas del suelo porque la persona que duerma así tendrá una muerte lenta. Se cree también que las camas no deben estar cruzadas con respecto a las corrientes subterráneas de agua. Da buena suerte levantarse por el lado derecho de la cama y tocar con el pie derecho en primer lugar. El dicho levantarse con el pie derecho está plenamente incorporado al lenguaje cotidiano.
El acto de hacer la cama tiene su ritual supersticioso. Dejarla sin hacer da mala suerte o atrae maleficios. La persona adicta al orden debe saber, sin embargo, que cuando está haciendo la cama no debe ser interrumpida, no ha de estornudar ni poner las sábanas del revés.
No se deben lavar las sábanas los últimos doce días del año, porque provoca enfermedad en la persona que las utiliza, y cambiarlas en viernes hace que el diablo controle los sueños durante una semana entera. Tampoco debe darse la vuelta a un colchón en viernes, porque puede originar una semana de pesadillas, una ruptura sentimental o un naufragio. Sería condenar a una muerte inmediata a un enfermo dar la vuelta a un colchón donde descansa o barrer debajo de su cama. Hacer la cama de un invitado cuando todavía no ha pasado una hora de su partida es arriesgarse a recibir una visita inoportuna.
Es costumbre habitual mirar debajo de la cama para verificar si el diablo está o no agazapado allí, ya que es uno de sus escondrijos predilectos. Antes de la generalización del colchón moderno, se quemaba la paja de la cama de un difunto. La dirección que tomaba el humo indicaba quién sería el siguiente en morir. Este rito se practicaba en las encrucijadas de los caminos para evitar que el difunto volviera a turbar a sus parientes. El fin próximo de un enfermo se adivina si coge las sábanas y se cubre con ellas, o pide ser cambiado de cama.
Si dos jóvenes solteras hacen la cama de unos recién casados al día siguiente de la boda, se casarán dentro del año. En caso de tormenta hay que poner la cama en el centro de la habitación y rezar un padrenuestro para estar protegido del rayo. Al levantarse de la cama hay que alisar las sábanas para borrar la huella del cuerpo, pues las formas dejadas sobre el lienzo pueden dar pistas al enemigo para realizar maleficios.
Cantar o coser sobre la cama, así como dejar encima un sombrero, una escoba o un paraguas da mala suerte. No hay arrodillarse tampoco a los pies de la cama para rezar las oraciones nocturnas. Es obligatorio cumplir este rito en uno de sus costados. Rasgar una sábana es de mal augurio.
Dos personas que doblen una sábana conjuntamente pueden formular un deseo y este se cumplirá si el último pliegue queda hacia arriba. La aparición de tres puntos negros sobre una sábana o una funda de almohada presagia la muerte.
Para compensar la electricidad negativa que pueda aparecer alrededor de la cama, conviene colocar a un lado un plato con sal gruesa y al otro, un plato con vinagre de vino. De ese modo siempre se garantiza un sueño plácido y equilibrado.

02 febrero 2012

Sobre los orígenes del Tarot

Eliphas LéviA fines del s. XIX el ocultismo francés ganó mucha fuerza, gracias a ilustres personajes que supieron extender los conocimientos y estudios que se paralizaron tras la teoría de Court de Gébelin. Uno de los grandes personajes de aquel momento fue el ocultista y sacerdote católico francés, Alphonse Louis Constant, que adoptó el nombre inciático Eliphas Lévi al dejar los hábitos. Combinó los senderos, los números, las letras hebreas y los arcanos, y obtuvo un sistema perfecto de interpretación mántica. También inventó un método para estudiar la personalidad.
Lévi definió el Tarot con las siguientes palabras: “El Tarot, ese libro milagroso, fuente de inspiración de todos los libros sagrados de la Antigüedad, constituye el más perfecto instrumento de adivinación, que se puede usar con una confianza total, por la precisión cronológica de los números y los signos. Las respuestas que nos da son siempre verdaderas y aún cuando no predigan nada, ofrecen siempre sabias directrices y nuevos conocimientos”.
Al cabo de veinte años, el doctor francés Gerard Encausse, conocido también como Papus, equiparó los Arcanos Mayores con las letras del alfabeto hebreo. Impulsó también varios grupos ocultistas y fue fundador de varias órdenes iniciáticas. En todos estos círculos difundió sus conocimientos sobre el Tarot y los heredados por Lévi, de modo que, hoy tenemos acceso al Tarot, especialmente gracias a las aportaciones de Papus y Lévi.

01 febrero 2012

Vampiros

Algunos viajeros que en el siglo XVI visitaron Transilvania, narraban a su regreso terroríficos relatos acerca de unos seres que no pertenecían ni al mundo de los vivos ni al de los muertos. Eran una especie de monstruos que al llegar la noche abandonaban sus guaridas y se deleitaban bebiendo sangre humana. Se les designaba con nombre diverso: varcolac, wampyr o vampiro. Ya se hablaba de criaturas parecidas en la mitología griega, romana y hebrea; pero las historias de vampiros se originaron casi totalmente en la Europa oriental: en los montes Cárpatos, en Transilvania, Valaquia y los Balcanes.
En el mito del vampiro subyacen dos creencias: un espíritu maligno puede apoderarse de un cadáver y utilizarlo para turbios propósitos; el alma, excluida por sus culpas del reino de la muerte, puede seguir habitando su cuerpo en forma de vampiro.
La leyenda del vampiro abunda en pormenores. Por ejemplo, el vampiro transilvano se delata en seguida por su aspecto sombrío y mortal palidez. Sus labios son gruesos y rojos y sus colmillos puntiagudos; llamean sus ojos con mirada hipnótica y es cejijunto; sus manos tienen vello en las palmas y terminan en largas y afiladas uñas. Su aliento es fétido y su dieta a base de sangre le dota de fuerza sobrehumana, a pesar de su aspecto demacrado.
El vampiro ruso es de roja faz y sobre su vida mortal incide la sospecha de si fue nigromante o se rebeló contra la Iglesia. En Bulgaria los vampiros solamente tenían un orificio en la nariz. En Baviera dormían con el ojo izquierdo abierto y los pulgares unidos; además provocaban frecuentes epidemias en el ganado. El vampiro de Moravia acostumbraba a despojarse del sudario y atacaba desnudo a sus víctimas. El de Albania llevaba zapatos de tacón alto y el de Brasil cubría con felpa sus pies, a juzgar por las huellas. Según las crónicas, el vampiro chino recibía su fortaleza de la Luna. Se decía que las variedades estadounidenses (procedentes de las Montañas Rocosas) aplicaban su nariz a la oreja de sus víctimas y aspiraban la sangre; el vampiro de México se distinguía al instante por su cráneo completamente desnudo.
Como se ve, cada país refiere a su modo los poderes del vampiro, pero todos le otorgan el don de asumir formas de diversos animales, como murciélagos y lobos, y el imperio sobre todas las criaturas nocturnas.
Los procedimientos para combatir a los vampiros suelen ser tan variados como sus clases. Parece ser que en Rumania conviene esperar al sábado para acabar con un vampiro. Tal día les está vedado salir de su tumba. El método adecuado es verter una jofaina de agua hirviente en un agujero próximo. Ese agujero, se dice en Rumanía, es señal segura de que bajo la tumba yace un vampiro.
Hay quien para alejar los vampiros recomienda yeso y agua bendita, pero los partidarios de métodos directos prefieren sorprender de día al vampiro en su tumba y traspasarle el corazón con una lanza de hierro o de madera. Para mayor seguridad, seccionan después su cabeza con la pala de un sacristán y llenan de ajo su boca.
Se asegura que los rayos del sol son nefastos para el vampiro, el cual tampoco soporta la presencia de un crucifijo.
En el este de Europa, la búsqueda de la tumba de un vampiro requería todo un ritual. Un muchacho virgen, montado en un caballo negro, también virgen, era paseado por el cementerio. Se consideraba como tumba de un vampiro aquella ante la cual se detenía la cabalgadura.
Los vampiros aparecen de modos diversos según la región. En tierras rumanas se decía que si un vampiro mira fijamente a una mujer en cinta, su hijo corre el riesgo de transformarse en vampiro; en realidad un vampiro especial, pues no surge de un cadáver. Un cadáver se convierte en vampiro si un gato salta por encima o si muestra una herida no escaldada previamente con agua hirviendo. Pero la manera ordinaria de ingresar en el clan es convertirse en víctima de un vampiro. Cuando el furtivo visitante chupa la sangre de su presa, muere la víctima y queda condenada a pasearse de noche como alma en pena.
En Serbia, en 1727, un modesto campesino, Amold Paole, se cayó de su carreta y se rompió la nuca. Desde entonces, sus vecinos afirmaban que Paole penetraba por la noche en las casas del pueblo y que morían todos aquellos que recibían su visita. Un día se exhumó el cadáver de Paole y se vio que su sudario estaba impregnado de sangre. El cuerpo fue quemado por los vecinos y sus cenizas aventadas.
A finales del siglo XVIII, cuando se hicieron populares los romances góticos, el vampiro se erigió en personaje ideal para historias de castillos envueltos en brumas. En los albores del siglo XIX, en plena época romántica, el vampiro irrumpió también en el teatro. Alejandro Dumas y otros dramaturgos escribieron obras terroríficas inspiradas en esas temibles criaturas.
En 1847, una novela espeluznante -Varney, el vampiro o El banquete sangriento- contribuyó a difundir la boga en Inglaterra. Y más tarde apareció la novela Drácula que sería clásica en el género. Su autor fue Bram Stoker, escritor irlandés casi desconocido y funcionario público. Según parece, inspiró su personaje en la figura de Vlad el Empalador, tirano medieval de Valaquia que empalaba a sus enemigos. Vlad había recibido el sobrenombre de Draculaea, hijo del Diablo.
A partir de entonces, a través del teatro, la novela, el cine y las películas que hoy ofrece la televisión, el conde transilvano, bebedor de sangre, ha dado vida inmortal al vampiro; al menos entre el gran público.
Considerada desde el punto de vista de la religión, la creencia del vampirismo se incluye en la vasta categoría de las experiencias emotivas relacionadas con la muerte como fenómeno problemático, ya que el difunto puede ser verdaderamente tal y sin embargo continuar llevando una existencia, aunque precaria, entre los vivos.
En la actualidad, se considera el vampirismo más como una gama de fenómenos consistentes en la sustracción, por lo general involuntaria, de energía física y psíquica por parte de un sujeto a otros.